miércoles, 9 de noviembre de 2011

APROPÓSITO DE Las almas también penan por amor DE EBER ZORRILLA LIZARDO

En los cuentos de Las almas también penan por amor Eber Zorrilla logra perfilar un mundo que podríamos denominar ya el universo Puchkiano. Es decir, un mundo espiritual y social con un conjunto de características que definen a los hombres y mujeres de la quebrada que recorre el río Puchka.

Un universo espiritual y social implica un pensamiento, una cosmovisión, una percepción de la existencia, unas creencias; también un conjunto de estados de espíritu o de ánimo. Al mismo tiempo permite advertir un modo de relaciones sociales y de subsistencia, de formas de resolver las necesidades económicas, de modos de conectarse con el resto del mundo.

A través de los cuentos logramos ubicarnos en un espacio de pequeñas poblaciones de gente de cultura rural dedicada a actividades agrícolas y el pequeño comercio. Geográficamente son espacios de quebradas profundas, de estrechos valles cálidos que se extienden a las orillas del río Puchka, que recorre por un cauce profundo, bramando poderoso en las épocas de lluvia. Desde esas profundidades se elevan cerros resecos que culminan en elevadas montañas dejando pequeños espacios para los pueblos y aldeas, unidos por delgados caminos de herradura; así como una estrecha carretera que serpentea paralela al río para avanzar hacia pueblos más lejanos o migrar hacia las urbes.

Es ese marco aparecen los seres que protagonizan los cuentos de Zorrilla; son en su mayoría seres condenados a la tristeza, al dolor y el sufrimiento; también a la miseria y el olvido. “Hasta Dios con ser Dios no está presente para aliviar mi desdicha”, se lamenta el narrador en Mi alma por Adelita.

En varios cuentos estos seres humanos cargan el peso del pecado y de la culpa; como una maldición están destruidos por el dolor y la soledad que persiste después de la muerte como en el cuento que da título al libro, Las almas también penan por amor. El pecado se personifica en forma de demonio que arrebata el cuerpo y el alma. Una atmósfera cercana al infierno es lo que se respira en los cuentos de esta orientación.

El amor, tema recurrente en buena parte del libro, jamás lleva a la felicidad. Más bien genera traiciones, celos, desgracias y muerte. Muchos personajes cargan la culpa de la muerte de la mujer amada por su traición o abandono. Esa culpa persiste más allá de la muerte como una condena. Los reencuentros en la otra vida sólo reiteran el desencanto de la vida.

Esa proximidad entre la vida y la muerte, tan presente en la conciencia de estas comunidades pequeñas por la herencia cultural andina y occidental (ya sea como creencia en el retorno del alma o en la existencia del demonio, respectivamente), es una forma de pensamiento que sirve de materia a diversos cuentos. En esta mixtura cultural debemos añadir los augurios a través de la presencia o el canto de aves malagüeras, la hechicería o chamanismo mediante actos de curación o conjuro.

Naturalmente no se recurre a estos elementos culturales con un simple afán de exotismo. Antes bien, constituyen la sustancia de una forma de conciencia, el producto de una mixtificación forzada por la inserción del pensamiento occidental popular que ha posibilitado la conquista y colonización europea. Precisamente las historias y personajes de estos cuentos interpretan su situación de marginalidad, olvido e infelicidad bajo los parámetros de este tipo de pensamiento.

En esto radica fundamentalmente el valor del libro. El universo puchkiano del que hablamos se parece al de un caro maestro de los escritores latinoamericanos, Juan Rulfo, quien nos enseñó la necesidad de penetrar en la conciencia de las gentes para perfilar un mundo sin perder de vista su esencialidad histórica.

En este mundo hasta la práctica de la política es una maldición en forma de subversivos que aniquilan vidas sin mayor explicación, dejando un reguero de dolor y llanto; como también el trabajo en la urbe se asocia con el sufrimiento.

Este tipo de historias nos remiten a diversas formas de infelicidad, a mundos de tragedia o desgracia que los hombres o las mujeres llevan a cuestas. Aquí, es casi imposible arrancar un mendrugo de alegría a la vida; de allí que sus personajes sean unos seres marginados de la felicidad, a la vez que marginados sociales de un mundo olvidado por los centros de poder.

La migración no resuelve de ninguna manera esta infelicidad; los hombres y mujeres de Puchka migran a ciudades grandes y capitales: “iban a la capital en busca de mejores oportunidades”, pero allá no esperan sino otras formas de sufrimiento donde incluso se puede perder la vida con facilidad. La urbe representa un espacio de amor fácil, de la pasión sin freno que a veces se compra y que al final conduce a otras formas de soledad y desencanto.

También el libro simboliza a los pueblos marginados y sus gentes. En este caso, partiendo de un referente real como son los valles orientales de Ancash recorridos por el río Puchka, su simbolismo alcanza a cualquier pueblo periférico del Perú o Latinoamérica, marcado por el olvido, el atraso y el abandono.

Saludamos la incursión de Eber Zorrilla en la narrativa, ya que construye con éxito un universo hecho de palabras, cuidando a la vez el buen manejo de las técnicas narrativas modernas, un castellano andino, una trama en la que dosifica con acierto momentos de tensión, que en síntesis permiten alcanzar un buen nivel artístico.

Huaraz, marzo del 2007

Macedonio Villafán Broncano

Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo

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