miércoles, 9 de noviembre de 2011

LAS ALMAS TAMBIÉN PENAN POR AMOR DE EBER ZORRILLA LIZARDO

Eber Zorrilla Lizardo, joven escritor ancashino, comprometido con el acervo literario de su tierra –y del Perú, obviamente-, nos ofrece la cuarta edición del volumen de cuentos Las almas también penan por amor (2011). En esta ocasión, la entrega consta de once (11) cuentos. No resulta inusual enfrentarse –lectivamente- a un texto con ya cuatro ediciones, teniendo en cuenta que el libro en cuestión posee una sólida calidad narrativa, tanto a nivel de historia como a nivel de técnica. Lo cual justifica la necesidad que sus historias sigan buscando lectores para compartir los mundos creados y representados en sus páginas. Además, Zorrilla, sus cuentos, poseen una mirada tierna pero no cándida del mundo andino, a la vez que una mirada crítica al contacto de esta con la modernidad. Quizá sea este diálogo entre la tradición y la modernidad lo que convierte a este conjunto de relatos en un libro tan vigente a pesar del poco tiempo transcurrido entre la primera edición (2007) y la última (2011) hasta el momento, además de tener en cuenta la juventud del narrador (29 años).

Sin embargo, como mencionamos, este efecto de lectura, esta capacidad de atrapar al lector, se debe a recursos narrativos. Para el caso, nos centraremos en las constantes que se aprecian en las diversas historias. Estas operan por medio de las diversas manifestaciones de la muerte (de allí el título escogido para el conjunto de cuentos “Las almas también penan por amor”), teniendo como marco la ideología andina. Así, la muerte se configura como una estructura dominante que determina el imaginario narrativo. Es decir, en los roles temático e ideológico en Las almas también penan por amor sobresalen las nociones de vida y muerte como realidades complementarias (ni opuestas ni antagónicas), como elementos necesarios de la racionalidad andina, cuyos principios lógicos (relacionalidad, correspondencia, complementariedad y reciprocidad) se ostentan a lo largo de los relatos.

A través de estos cuentos asistimos a la manifestación, a la creación de esa atmósfera andina, de racionalidad andina, mencionada en el párrafo anterior. Así, observamos los siguientes tópicos: 1) los personajes realizan testimonios, confesiones, donde reconocen sus culpas (“Así fue Señor”); 2) se exteriorizan elementos simbólicos asociados a la muerte: el canto del chuseq, de la paca paca, el canto del gallo (todas ellas aves malagüeras), el aullar de los perros (“Las almas también penan por amor”); 3) el del ritual de la coca (“Mi alma por Adelita”); 4) la inclusión del huayno (“Me bastó un traguito nada más”); 5) la presencia del sujeto migrante (“Infiernillo”); 6) las fiestas religiosas andinas. Todos estos tópicos van a construir un mundo donde la cosmovisión andina, como mencionamos, se manifiesta a través de su propia racionalidad. De otro lado, también se perciben actitudes y acciones que atentan contra dicha racionalidad: 1) el etnocentrismo, las valoraciones prejuiciosas, la discriminación, los estereotipos que se manifiestan a través de conflictos de tipo racial, social y étnico (“Las almas también penan por amor”), así como la alienación (“Infiernillo”); 2) la no complementariedad entre las parejas andinas (en todo el texto); 3) el conflicto armado de los ochenta, teniendo como contendientes a los “sinchis” y los “cumpas” (camaradas o soldados del Ejército Revolucionario), así como a los ronderos indígenas (“Infiernillo”, “A ti no te gustan las mujeres”, “Las almas también penan por amor”); 4) el dolor y la mutilación del cuerpo (“Así fue Señor”, “Por falsa, esquiva y jugadora”). Así, este universo se construye a través de resistencias a estos constantes elementos desintegradores.

Estas constantes constituyen, representan un mundo andino en conflicto, además de la presencia de la cosmovisión andina. A continuación, trataremos estas constantes a través de un primer y breve acercamiento a algunos de los relatos que, consideramos, los más representativos por su superlativa calidad.

En “Mi alma por Adelita”, la coca -como elemento de la chakana- se utiliza en el ritual de lectura para salvar el cuerpo y el alma de Samuel, al punto que se menciona “Tal vez te han hecho alguna maldad, […]” (37). El ritual de lectura de la coca se representa como un accionar propio de la comunidad andina. Es decir, se concentra la forma simbólica-celebrativa hasta mística como medio ritual e interpretativo. Asimismo, es representativa la participación de personajes míticos como “condenados” que deambulan por todo el Kay pacha. Así nos lo evidencia Jesús Vega quien narra que: “Ahora vago por el mundo como maldito, pregonando mis pesares al viento, a la luz del anochecer y a todos los hombres piadosos como usted, hasta que encuentren mi cuerpo y le den cristiana sepultura” (36). Por otro lado, en el mismo texto, las fiestas religiosas se hallan como representaciones cósmicas que cumplen con el principio lógico, nexo entre todos los fenómenos y elementos de las pachas. De esa misma manera, los bailes, las costumbres y los juegos son formas de expresión que constituyen la forma muy concreta de la polaridad sexual dinámica y fecunda en la mayoría de los cuentos. Por ello, no es casual encontrarnos con manifestaciones religiosas, ceremonias, festejos al Patrón San Cipriano, por ejemplo.

En el texto “Por falsa, esquiva y jugadora” los espacios andinos (el kay y el ucku pacha) se relacionan como lugares en los que a la mujer andina no se le permite ni la presencia ni el tránsito. La figura de la mujer en la estructura mental andina se relaciona con el eje de la complementariedad, del yanantin que genera vida y representa la identidad andina. Es decir, la figura de la pareja andina -lo femenino y lo masculino- se refiere a una relación marcada como vital en los Andes. La pareja forma un polo complementario de una chakana. En “las almas también penan por amor” la mujer no cumple con su rol de ser complementario o yanantin. De hecho se evidencia, la no complementariedad, la no inclusión de los opuestos que permitiría explicar la realización de un ente completo e integral del yanantin. En otras palabras, el rol femenino -Teresita, Lidia, Hermelinda, Olinda, Flora, Zoila, Mallca, Rosalinda, Norma, Sonia- en la mayoría de los cuentos se halla fragmentada, impedida, mientras que los personajes masculinos -Cantalicio, Emilio, Juancho, Jesús Vega, Santos, Efraín, Mashico, Artemio, Pedro, Zorrito- son narradores incompletos, vacíos, solitarios, autárquicos, autónomos, esquizoides en su espacio sociocultural (“Ellas se entregan hasta morir”).

Definitivamente, esta nueva edición del libro de Zorrilla, acompañado de algunos cambios (el cuento “Ellas se entregan hasta morir” constituye el nuevo aporte del autor), confirma la labor escritural de este joven escritor. Estamos frente a un libro que reclama ser leído y, sobre todo, disfrutado placentera, gozosa, pero, sobre todo, críticamente.

Lima, mayo del 2010.

Edith Pérez Orozco

Universidad Nacional “Federico Villareal”

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